Se trata de un candil que armé con tres estrellas artesanales que traje de San Miguel de Allende. Y pesa lo suyo. Instalarlo fue una leve letanía porque el techo de mi cantón está conformado por un falso plafón relleno de unicel (nefastamente hecho con las patas!). Sin embargo quedó bien. Me forza a volver a planear el layout de la sala-comedor un poco. Más adelante más fotos de cómo quedó todo el espacio... cuando termine de aterrizar el juego de mesas de la sala, o un minicomedor.
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